Camino de Jericó

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domingo, 17 de abril de 2011

Capítulo 6. Jueves 1 de abril de 2010

Jueves Santo en Tierra Santa

Anécdotas / Recuerdos: La mezcla de paz y tristeza en San Pedro in Gallicanto; la alegría de encontrar la Basílica de la Dormición abierta, ; la 'batalla' por entrar en la gruta de la Natividad, formando, como soldados, un bloque... La estrella, el pesebre. Muchas emociones contenidas en un sólo día.
La Cena del Señor en el cenáculo, preámbulo de la Eucaristía, y ... Getsemaní.

 

 Reflexión / Meditación:

La Dormición de María
En pleno comienzo de su Pasión, después de la Última Cena, Jesús anuncia a Pedro que le negará.
¡Cuántas veces y de cuántas maneras habré expresado mi amor por Dios!
Y ¿cuántas te habré negado, Dios mío?
Una corta mirada al interior de mi corazón para saber que son muchas: en mi relación contigo, con mis hermanos, en mi trabajo.., en mi vida.
'Sólo' quiero pedirte, Señor, que, como a Pedro, me des,  por cada vez que te negué, por cada vez que te niegue, la oportunidad de manifestarte mi amor sincero, de aceptar el perdón que Tú siempre me das, de volver a Ti.
Madre, elevada al cielo desde el sueño, que siempre nos tiendes la mano, que, si no es suficiente, nos tomas en brazos, cuando niegue a mi Dios, recógeme y llévame a Él.

Eucaristía: hace poco tiempo, en una adoración ante el Santísimo, me surgió una duda: ¿Cuál es el estado de Jesús en la Eucaristía? ¿Jesús muerto, Jesús Resucitado?
Entonces me llegaron estas palabras que comparto con vosotros, suenan extrañas al principio, pero es una preciosidad en su conjunto:

LA EUCARISTÍA Y LA MUERTE DEL SALVADOR

"Cuantas veces comiereis este pan,
 anunciareis la muerte del Señor." (1Cor.11,26)

I
            La Sagrada Eucaristía, desde cualquier aspecto que se la con­sidere, nos recuerda de una ma­nera patente la muerte del Señor.
            Fue instituida la víspera de su muerte, la noche misma que fue entregado Jesús.
            El Señor le da el nombre de testamento que se funda en su Sangre: "Este cáliz del nuevo tes­tamento en mi Sangre" (Lc.22,20).
            El estado de Jesús en el santísimo Sacramento es un estado de muerte. En las apariciones de Bruselas y de París, de 1290 y 1369, se dejó ver con las cicatrices de sus llagas como nuestra víc­tima divina.
Celebración de la Última Cena en el cenáculo
            En la Hostia santa está sin voluntad y sin movimiento, como a un muerto que hay que llevar.
            A su alrededor reina silencio mortal. Su altar es un sepulcro que encierra huesos de mártires; la lámpara le alumbra como alumbra las sepulturas; el corporal que envuelve a la Hostia santa es el nuevo su­dario. Cuando el sacerdote va a ofrecer el santo sacrificio, lleva sobre sí insignias de muerte, no hay vestidura sagrada que no esté marcada con la cruz, que lleva por delante y por de­trás.
            Siempre muerte, siempre cruz, es el estado de Jesús en la Eu­caristía en sí misma considerada.
 
II

            Si la consideramos como sacrificio o como Sacramento que se recibe en la Comunión, pa­ten­tiza ese estado de muerte de Jesús de una manera todavía más viva.
            El sacerdote pronuncia separadamente las palabras de la con­sagración, sobre la materia del pan y sobre la del vino, de modo que, en virtud de la significación rigurosa de estas palabras, el cuerpo de Cristo debería estar separado de su sangre, es decir: muerto. Si no hay muerte real es por­que a ello se opone, después de su resurrección, el estado glorioso de Jesucristo; pero Él toma de la muerte lo que puede, es decir, toma el estado de muerte y le vemos así como Cordero inmo­lado por nosotros.
            Jesucristo, por esta mística muerte, hace la ofrenda ritual del sacrificio de la cruz millares de veces por los pecados del mundo.

            En la Comunión se consuma esta mística muerte del Salvador. El corazón del comulgante viene a ser su sepulcro, pues disueltas en su interior las santas especies por la acción del calor natu­ral, cesa el es­tado sacramental. Jesús sacramentado ya no está corporalmente en nosotros, sino que muere sacramentalmente, verificándose la consu­mación del holocausto.
Pelícano:
Símbolo eucarístico en el cenáculo

              En el corazón del justo halla Jesús una sepultura gloriosa, pero ignominiosa en la del peca­dor. En el primero no pierde su estado sin dejar algo de su divinidad, su Espíritu Santo, y por lo mismo un germen de resurrección. En el segundo, esto es, en el culpable, no sobrevive Jesús, que­dan frustrados todos los fines de la Eucaristía. La Comunión en estas condiciones es una verdadera profanación; es una muerte violenta e injusta de nuestro Señor, crucificado por estos nuevos ver­du­gos.

            San Pedro Julián Eymard


Getsemaní: para mí sin palabras. ¿Quién no tiene su propio Getsemaní, desde donde, no sabiendo ni como, suplica a Dios en los peores momentos de su vida?
'Pétalos de rosa por gotas de su Sangre'

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